“Sólo estoy muerto espiritualmente. Físicamente estoy vivo. Moralmente soy libre”

Henry Miller

domingo, 1 de marzo de 2015

Insensible pero vivo

      Hablemos del arte, de por qué ya nada nos sorprende y por qué parecemos no inmutarnos cuando vemos sangre chorreando en cuerpos humanos.
   
      Estamos absolutamente insensibilizados, tenemos al alcance de nuestra mano toda la información que necesitemos, y por supuesto, la que no necesitamos. A la fuerza conocemos todos los estilos artísticos. ¿Crees que no tienes idea de cultura? En algún lugar de tu cerebro un montón de información está guardada, seguramente para nunca salir, su función es normalizar los estímulos que te llegan. Ya lo has visto todo. Es por eso que si eres aficionado al más puro gore vas a ir en busca de más, siempre más y una comedia romántica te va a entrar sólo superficialmente.
Maria Rubinke

En pintura hay montones de tendencias que intentan romper con las barreras de insensibilización, se puede recurrir a temas escatológicos, sexuales y de violencia pero incluso estos, que se supone son los temas más chocantes, ya se han normalizado y por tanto se deben construir historias de manera distinta.



Dino Valls
Voy a mencionar el Shock art, su nombre bien lo indica, va a despertar tu mente con más que una imagen, con una experiencia al igual que lo hace el surrealismo. Puede ser sórdido, caótico y desconcertante. Cambia la percepción que tenemos de algunos estereotipos, lo típicamente bello e inmaculado podría ser igual de atrayente de una forma más sucia y real. ¿Desde cuando un mundo artificial y plastificado nos parece lo auténtico? (Enlazo cada imagen con la web del autor o una relacionada)


    R.Ferri R.Ferri

hauserwirth
Acabo con una de mis pintura preferidas, la Ofelia suicida de Millais ‘’Sí las palabras se forman del aliento, y éste anuncia vida, no hay vida ni aliento en mí para repetir lo que me has dicho.”  Hamlet de Shakespeare
                                                                             e

lunes, 13 de octubre de 2014

A punto de implosionar

¿Por qué  cuando te dispones a adoptar un animal te preguntas si vas a ser capaz de cuidarlo y no te preguntan si vas a ser capaz de disfrutar de él? ¿Por qué me debe definir mi profesión, mi nombre o qué música escucho? Claro, si la vida es sufrimiento y con esfuerzo se consiguen tus metas las arrugas llegan bien merecidas. Yo digo que voy a nacer para ser feliz.
¿Hasta qué punto muchos de nosotros merecemos una desinserción social?
¿Justifica el progreso científico-tecnológico toda esta agonía? Tanta prueba y laberinto, tanto catálogo al que suscribirse y tanto látigo con punta de cuchilla sobre las espaldas… Si ahora soy sólo un número. Un contacto más… Si la superación personal pasa por ser sometido y vejado por el viejo sistema que nos chafa con su bastón y babea sobre nuestra -cada vez más- apretada corbata…

Allá donde existe un mundo donde la vida sea incorpórea y se viva como partícula saltando de huésped en huésped, sin la necesidad de cubrir las ganas de beber que nos atan aquí, yo viviré. Llegaré así saltando al principio de los mundos, tan rápido que la luz quede atrás y el tiempo se doble ante mí. Veré las lunas más pobladas de mi universo y querré más. Saltaré a otro universo a través de la oscuridad sin miedo porque yo tengo la libertad de correr más que la luz. Vuelvo a este mundo y salto de ente en ente, de pez en rana, de pájaro en gusano y repto hasta conocer qué les conmueve.
A mi me conmueve saber. Saber por qué.

A punto de implosionar…

                                         3…    2…         1

lunes, 22 de septiembre de 2014

“Justo antes, una fracción antes sabe que está volviéndose loco. Lo atormenta pero se aferra, por última vez. Es estar preparado de saber lo que es perderse antes de estar completamente abandonado.”

La pianista     


Cómo solidificar la luz (III)

Día a día salgo de mi habitación y voy a la colina a rodar o a pensar. Cuando llego a casa me encuentro a ese hombre dentro. Se dedica a hacer chapuzas. Ha pintado la verja, limpia las alfombras y cepilla los gatos. También habla con Nutella, parece que le gusta estar con ella. Nunca he podido entender por qué todo el mundo la quiere.
Estando el la ciudad, andando perdida por las calles miré hacia atrás y ahí estaba ella. Pequeña, redonda, niña. Tenía la cara sucia de barro (probablemente) y su vestido estaba lleno de sangre. Seguí mi camino pero notaba su fétido olor tras de mí. Paré en el centro de la carretera y le di una de las manzanas de mi bolso. Se quedó ahí quieta mirándola y aproveché para irme a la acera. Me miraba con cara de necesidad. Deseé que muriera. Un coche derrapó para no atropellarla, los sucesivos le gritaban que se apartase pero cuando se daban cuenta de lo mona que era se dejaban chocar hasta crear una montaña de destrucción. La miraba impasible desde el borde de la acera intentando explotarla mentalmente. Hasta que llegó el atardecer por el borde de los edificios y como si se tratase de mi ángel vengador apareció un motorista rojo. Frenó a unos metros de ella. Maldita mi suerte. Le lancé una manzana al débil motorista pero no llegué ni a rozarle. Giró su cabeza hacia mí y vi como sus ojos ardían tras el cristal del casco. Puso su mirada de fuego en la niña y aceleró. Pum. Pobre niña, lloraba y lloraba. Seguí mi camino.
Un mes después seguía caminando por la ciudad buscando algo que aún no he encontrado cuando noté olor a chocolate. Me giré y ahí estaba, la niña, Nutella mirándome con la cara sucia de chocolate (probablemente). Adicta sociodependiente. Supe que nunca dejaría a mi sombra vivir en solitario así que la adopté como mascota.


Este hombre… el Hombre arrugado guarda sus herramientas entre las arrugas de la cara. Desconcertante es que cuando sale de casa su volumen de arrugas  aumenta a pesar de no haber robado nada. Decidí poner al Gato a espiarlo detrás de la cortina. Cuando me pasa el informe de rastreo lo noto nervioso, tenso, ni siquiera maulla; estaba segura de que el Hombre se huele algo. Parece que no solo adecenta la casa sino que parece buscar algo con mucho interés.

Decido reflexionar mirando a los campesinos. Se dedican a levantar la paja con unos objetos puntiagudos. La tiran al aire y cuando cae al suelo la vuelven a tirar. Puedo notar cómo entran por mi nariz pequeños trozos de paja. Me fijo bien en el encuentro entre el objeto y la paja. De él salen ratones gigantes de paja que desaparecen con el viento. Es como una danza ensayada y efímera. Aumentan su ritmo con lo que se crea un tornado de paja y ratones. Veo como uno de los campesinos salta y agita los brazos con ferozidad. Su cara está llena de lujuria. Todos se acercan a él y lo rodean. Después de un rato caen al suelo por la cantidad de paja que tienen en los pulmones. Me acerco al campesino excitado y veo lo que tiene en la mano. ¡Una aguja! Se la robo y vuelvo a casa.


Entro en el cuarto de Nutella y está tirada en el suelo revolcándose y llorando. El Gato me dice que ha sido el Hombre. Salgo en su búsqueda enfurecida. Sólo yo puedo hacer llorar a la niña. Lo encuentro sentado frente a la chimenea. Me lanzo sobre él y lo agito. De sus arrugas empiezan a salir innumerables herramientas, jabón y papeles. Lo agito aún más hasta que no sale nada más. Ahora solo es hueso y pellejo. Vuelvo a poner las herramientas entre sus pliegues y lo arrastro fuera de casa. Cojo todos sus papeles. Son números. Más números. Y una bolsita pequeña con un papel en el que pone ‘sea monkeys’ y los bichos dentro. Huelo a Nutella detrás de mí. Abre su sucia mano y en ella tiene otro papel con los dichosos numeritos.
- Quería que le dejase meterse en mi bañera. (solloza) Pero no le he dejado y además le he arrancado este número.
- ¿De donde los ha sacado?
- Están por toda la casa. Desde que llegó no para de buscarlos. (se abraza a mi y la aparto de un golpe)
- ¿Qué más? ¿Qué te ha estado haciendo todo este tiempo? ¿Qué le has hecho tú?
- Solo hablábamos. Me decía que él en realidad no es un hombre mayor. Me decía que necesitaba hacer un viaje. Decía que necesitaba meter los números en agua. Siempre me ha tratado muy bien, me hacía sentir… especial.
- ¿Especial? Ningún ser es igual que otro pero con tu ansia de sobresalir estás consiguiendo ser más del montón que cualquier otra ameba. Mira lo que te he traído, una aguja. Toma, diviértete con ella, se te da bien.
- ¡¿Para mí?! Nunca me habías regalado nada. ¡Sabía que te importaba!
- Lárgate.

Veo como la niña se va con la aguja hacia el prado, creo que se está pinchando un ojo. La adoro. Voy a su bañera y la lleno. Saco los Sea monkeys y los tiro dentro, con fuerza para que salpique. Siempre he pensado que estos bichos son los que usó Dios para crear vida en este planeta. Debe ser un hombre que no se complica. Abre una bolsa y la golpea contra el mar. El proceso degenera en unos mutantes a los qué llama animales y humanos. Es tan vago que no se molesta en eliminar su error. Le bastaría con soplar fuerte pero su capacidad pulmonar debe ser reducida después de absorber tanta contaminación de sus queridos mutantes. Amén.
Después de un rato parece que viven. Voy a introducir los números. La tinta se emborrona y los papeles van disolviéndose.
Mala idea.
Los días pasan. No he permitido a Nutella bañarse (aunque no es un gran sacrificio para ella).
Ruedo por la colina.
No veo al Hombre arrugado no tan mayor. Su casa parece abandonada.
No puedo rodar más. A Nutella se le han acabado las drogas y ha salido corriendo para buscar más. No se donde está Gato.
No tengo Hombre. No tengo niña. No tengo gato. No tengo manzanas.
No se cuanto tiempo ha pasado porque tampoco tengo tiempo. Entro en mi habitación y está todo desordenado, roto, sucio. Salto entre las cosas y llego al espejo donde veo la verdadera causa de este caos. Caigo al suelo.

Noto agua extendiéndose sobre mí. Huele mal. Está oscuro así que afino mi oído para encontrar de donde sale esto. Llego al baño de Nutella. Está cerrado e inundado pero sale luz bajo la puerta. No es una luz estática, si no que se mueve como si hubiese alguien dentro haciendo sombra. Estoy quieta a un metro de la puerta y el agua hace pequeñas ondulaciones. Estoy quieta.

- ¿Nutella?
-¡¿Nutella?! ¡Te dije que no entrases en el baño¡
Silencio absoluto. Me giro y veo por la ventana de su cuarto el prado. Nutella está ahí dando saltos.

No puedo moverme. El agua sigue subiendo. La luz se ha dejado de mover. Está llegando a cubrirme hasta el cuello. Decido entrar a buceando. Me sumerjo y abro la puerta. Es un agua muy turbia, no consigo ver a más de un palmo de mí. Sigo adelante intentando encontrar el grifo. Algo se mueve frente a mí. Empiezan a pasar cosas verdes de un lado a otro. No me queda oxígeno. Tengo sed. Decido beberme el agua. Sabe salada y a pez salado. Cuando me la he acabado el baño está diferente. En el suelo chapotean unos gigantes Sea monkeys que no tardan en morir. La puerta vuelve a estar cerrada. Las paredes son de otro color y esa no es la bañera de siempre; me acerco a ella, en el fondo hay un mapa con números que se parecen al del Hombre. Me acerco. Me acerco más porque cada vez parece estar más lejos. Me acerco…

miércoles, 8 de mayo de 2013

El que se halle libre de pecado...


Miraba bajo su falda continuamente y no había nada. A veces intentaba pillarla por sorpresa y volvía a levantar su falda. Seguía sin haber nada.

Hacía años que compartían su vida; desayunaban juntos, paseaban juntos, dormían juntos. A pesar de eso estaban en planos distintos, no se concebían en el mismo espacio. Era como si la constancia se hubiese vuelto monotonía y eso derivara en la rutina más innegable. Uno se había vuelto la extensión del otro. Sabían uno del otro desde su talla de ropa interior al tipo de sangre que corría por sus venas.
Sus arterias estaban unidas de forma inseparable. Era tan fácil, tan constante… Y sería tan inapropiado acabar con ello… ¿Qué pasaría si te cortaran una mano? No solo sentirías dolor por el hecho del corte. Cuando te dispusieras a coger la taza de café del desayuno extenderías el brazo pero la taza no se acercaría a tu boca. Cuando caminases no podrías saludar a tu vecino. Cuando durmieses no podrías secarte las lágrimas.

Ella estaba ahí, no como una necesidad sino como una verdad innegable.

Recuerda cuando se miraban durante horas porque no necesitaban decir nada, hablaban con los ojos. Ahora uno sentado frente a otro sus ojos son difusos ya no se esfuerzan en buscar un tema sobre el que hablar. No lo necesitan. No necesitan cumplir con el protocolo. Tampoco tienen la capacidad. No ha pasado nada que les interese porque todo es igual.

Hace años que empezó a mirar bajo las faldas de otras mujeres. Solo buscaba que le miraran como hacía ella. Y le miraban. Y él bebía. Cuanto más bebía más le miraban.

Él tampoco podía ver. Hace años su reflejo era solo bruma. Cuando veía su imagen en un espejo no era más que un rostro de marfil sin facciones y el cristal le devolvía una ligera mueca que sugería condolencias para sí mismo. Sólo se veía representado cuando se miraba en los charcos; si era un charco lleno de tierra, de barro, suciedad e inmundicia veía su rostro tal cual era y se sentía feliz de reconocerse. Podría mirarse en el charco durante horas porque a parte de la nada bajo la falda de su mujer sería lo único que le resultaría como su hogar. Lo que siempre había buscado, la monotonía.

Empieza el juego, el de todos los días. Corre a coger una piedra. Gana el que mata más en media hora y consigue sobrevivir. Esa es demasiado pequeña. Corre a coger una puntiaguda. Ahí hay un hombre despistado. Pasa sigilosamente a su lado y le golpea la cabeza. Los sesos salen despedidos. Busca otra piedra, esta es grande y sólida. Una mujer está intenta golpear a un niño pero es demasiado lenta. Le da un golpe y el niño da un respingo pero no ha muerto. La ley estipula que debe ser de una estocada o debe soltar su piedra y dejarse matar. Cae tendida en el sueño frente al niño convulsionando, ambos esperan el mismo final, sólo cambia el destino. Va hacia ella, le levanta la falda y no hay nada; la golpea y se le mete sangre en un ojo, pero no le importa, ya está acostumbrado. Esa piedra está demasiado mojada y sucia, pero es su piedra de la suerte. Hay un charco de barro, ahí la limpiará porque es de sus lugares favoritos.

La restriega con fuerza pero ve que hay algo tras la piedra. Es su reflejo, tan natural como si acabase de nacer y tras de él está su mujer. Agachado como está se gira a mirarla. Quieta como siempre oye como sus corazones van al mismo ritmo. Tan pausado y taquicárdico a la vez. Ella sostiene una piedra. Ella no lo haría, no se cortaría una mano, no renunciaría a su seguridad. Golpea.

Tirado en el charco con la garganta inundada de sangre ve reflejada a su mujer. Ella se acerca; desde ese punto puede ver reflejado lo que hay bajo la falda de su mujer. El mismísimo universo esperando su llegada estaba ahí y le miraba confiando en que nunca más volverían a separarse por la Nada. Fue el momento más feliz de su vida en el país de la constancia.

"Detrás de la palabra está el caos. Cada palabra es una valla, una barra, pero no hay ni habrá jamás suficientes barras para formar la reja."


Henry Miller

Marcos Z. (I)



Corría agitado entre las ramas que le rompían la piel. El humo le llenaba los pulmones y le dejaba ciego. Cedía ante sus piernas y ellas buscaban su propio rumbo. Era un movimiento mecánico, como si se tratase de sus primeros pasos. Y así era. Ese mundo era nuevo para él; inescrutable, no se regía por las leyes que ya había aprendido.
La piel se le desprendía de la carne mas él se sentía poderoso. Su cuerpo ya no pesaba. Avanzaba pero notaba que sus pies no tocaban el suelo. Una leve brisa le empujó junto a la nube de humo como si fuera un Dios recién nacido, se dejó mecer por ella y perdió el sentido del tiempo. Sentía que su cuerpo se había expandido, que estaba húmedo por las lágrimas y la sangre, que formaba parte de la nube.

Tras recorrer media Tierra de Putrefacción notó que empezaba a compactarse. Al ser menos volátil perdía altura y se precipitaba a un fondo a penas visible. Movía los brazos intentando volar. Aspiraba humo y más humo intentando lograr el anterior resultado.

''En ninguna parte pone que tengas que tragarte esto, siempre puedes morirte y ya está.''

Chuck Palahniuk

Cómo solidificar la luz (II)

Cuando conseguí que los brazos del manzano olvidaran su amor por mí corrí a casa. Para mi sorpresa estaba todo el equipaje en su sitio. Incluso parecía que se hubiese hecho vida allí durante un tiempo. Nutella estaba hablando con un hombre que solo conseguía ver de espaldas. Estaba sentado en el banco de madera muy cerca de ella y por debajo de la mesa se veía como tenia la mano sobre en su rodilla. Cuando advirtieron de mi presencia se giraron alterados. N. se levantó y retorcía su vestido avergonzada. Cómo quise reprenderle allí mismo. Ella solo es una mascota, un perro obediente que ha de seguir mis pasos y por supuesto no debe dejar pasar a hombres. Al fijarme en él vi como me miraba con esos ojillos diminutos que asomaban entre las arrugas. Se levantó y me acerqué corriendo a él, quedando a pocos centímetros de su cara. Maldita séa.

- ¿Cómo ha entrado en mi casa?

- ¡Juro que no lo he podido impedir, dijo que era urgente!

- Cállate y sal de aquí.
- Señorita…

Lo miro en silencio intentando no denotar ninguna emoción a pesar de que me chirrían los dientes.

- No voy a darle mi nombre, si eso es lo que pretende. ¿Qué es lo que me ha dado usted? Me está quitando aire que me pertenece, porque esto es MI casa (sigo tan cerca de él como me permiten mis zapatos, estando aquí tengo el derecho de hacer con él lo que quiera).

- Siento desafortunarla pero en el momento en que vi que entraban a esta casa tuve la necesidad de venir enseguida. (No soy capaz de prestar atención a lo que dice, solo noto su aliento en mi cara y ese extraño calor que desprende. No se achanta, sigue firme a pesar de que esté invadiendo su espacio. Si empiezo a pegarle puñetazos seguiría aquí plantado. Si cogiera mi martillo de plata y le clavara un clavo en el estómago seguiría ahí. Puede que sea eso, puede que haya encontrado mi martillo y se haya clavado los pies al suelo con el propósito de fastidiarme. Opto por alejarme unos metros) Vivo en la casa de al lado, la de la colina, la del tejado amarillo. Somos vecinos. Desde que estoy aquí nadie quiso comprar este lugar. Es más, tenía entendido que el propietario tampoco tenía intención de deshacerse de ella.

- No veo a donde quiere llegar. ¿Se trata de una visita de cortesía? ¿Ha traído una tarta de manzana? Ahórreselo. Aquí no son bienvenidos los convencionalismos. Si ha venido a quemar mi casa o a traerme clavos se lo agradeceré y puede que le deje pasar la noche con la niña. Si por el contrario pretende pasar por aquí como un fantasma… ya puede atravesar la pared y volver por donde vino.

- No se altere. Pero le diré que sí, estoy aquí por puro egoísmo. Curiosidad, si lo prefiere. (Empieza a moverse por la sala con seguridad. Como si fuera suya. Rondándome como una mosca. Pone su mano sobre mi hombro y me aparto. Ojala tuviera aquí mi martillo)

- Dígame qué quiere, ya me he cansado de su zumbido.

- Solicito visitar esta casa las veces que me plazca desde ahora.

- ¿Para qué? Bueno, no me importa. Haga lo que le de la gana. La puerta está abierta. Pero su colina es mía. Desde ahora. (No se qué expresión muestra su cara, sus arrugas lo inundan todo, todo el espacio entre nosotros que ahora parece kilométrico)


Giré sobre mi misma y entré en mi cuarto. Sabía lo primero que debía hacer. Abro una caja y saco los pestillos. Uno a uno los voy poniendo sobre todo el marco de la puerta. Entraron veintisiete, no está mal. Caí rendida frente a la puerta rendida por el rodamiento y el sueño profundo y abrazada al pestillo número veintiocho.